Educación canina y psicopatología: No todo es indefensión aprendida

Artículo de Luis Souto

Cuando hablamos de modelos psicopatológicos inducidos por la experimentación en perros, la indefensión aprendida es seguramente lo primero que nos viene a la cabeza. Son pocos los educadores que no han oído hablar de los experimentos, llevados a cabo por Seligman y Maier a finales de los años 60, con perros en jaulas de lanzadera electrificadas en una de sus mitades. A pesar de su carácter central un aspecto quizás menos popularizado de esta saga experimental es el control uncido; puso de manifiesto que la percepción de control por parte del perro era el principal predictor del desarrollo de procesos depresivos. En esencia, el control uncido permite a los investigadores deslindar los efectos derivados de distintos componentes; en este caso los shocks eléctricos --idénticos para todos los sujetos--, frente a la posibilidad de predecir y evitar los mismos de forma activa. Pero hoy no quiero hablaros de indefensión aprendida, un tema sin duda importante que abordo con detalle en la primera parte de mi curso “Estrés y vínculo: un enfoque transaccional”.

El mensaje que quiero transmitir hoy es que, como educadores caninos, hay otros modelos psicopatológicos por los que debemos interesarnos. Por ejemplo, en 1931 la investigadora rusa Shenger-Krestovnikova llevó a cabo un experimento, bajo el paradigma del condicionamiento respondiente, cuyo objetivo era enseñar a un perro una discriminación: salivar ante una circunferencia / no salivar ante una elipse. Con este fin, ofreció comida a los perros sólo después de proyectar una circunferencia perfecta en una pantalla. De forma progresiva, en otros ensayos, fue presentando elipses cada vez más próximas a una circunferencia y obviamente sin ofrecer comida. Lo revelador del experimento es que, a pesar de basarse exclusivamente en un programa de reforzamiento positivo diferencial (procedimiento compuesto, como sabéis, de reforzamiento positivo y extinción), el sujeto terminó por “romperse” y sufrir neurosis experimental. Pavlov relata de forma vívida, cómo el perro no cejaba de emitir sonoros quejidos ni de moverse y que destrozó la instalación a mordiscos, algo que nunca antes había hecho; tan solo llevarle a la sala experimental bastaba para que empezara a ladrar de forma violenta y sin cesar. Por desgracia, pese a no pretenderlo, vemos resultados que recuerdan esta triste descripción en el trabajo con perros fuera del laboratorio, en particular en contextos en los que demandamos altas prestaciones de ellos.

Si triste es el experimento Shenger-Krestovnikova, más lo sería no aprovechar las lecciones que nos brinda. ¿Y cuáles son éstas? El R+ diferencial es una tecnología conductista que es, sin lugar a dudas, ubicua en el marco del entrenamiento animal de cualquier especie. En educación canina lo empleamos para alcanzar objetivos “modestos”, como lograr que un perro camine con la correa floja, o más ambiciosos, ya sean de índole recreativa, deportiva o de trabajo. El propio proceso de moldeado, básico en la caja de herramientas de cualquier educador, puede de hecho verse como la envolvente de sucesivas instancias de aplicación de R+ diferencial hasta alcanzar una conducta terminal. Ahora bien, la cuestión es que la elección de una herramienta, con todo y ser relevante, no garantiza que su uso sea respetuoso con el aprendiz y ético.

En otras palabras, para tratar de una forma verdaderamente amable a un perro no basta la buena voluntad, desde luego, pero tampoco el contentarnos con recetas simplistas: utiliza R+ diferencial, no utilices reforzamiento negativo etc. Se hace necesario profundizar en la comprensión de los diferentes procesos en el cerebro-mente del perro incluyendo, sin ánimo alguno de exhaustividad, los perceptivos, mnemónicos, afectivos y motivacionales. Porque si proponiéndoles diferenciar entre una circunferencia y una elipse cada vez más circular, se indujo a los sujetos a neurosis --en mayor o menor grado en función de su “perronalidad”-- , fue ante todo debido al malestar emocional derivado del emergente conflicto de motivaciones. Y es que la motivación, una de las lagunas más importantes en la formación de muchos educadores, es como ya dije en una contribución anterior, la clave para trabajar con auténtica conexión, es decir, respetando al perro.

Anders Hallgren, referencia mundial en el trabajo amable y científico con perros, estará en Madrid el próximo fin de semana (30 y 31 de Enero) para impartir un seminario monográfico sobre motivación. Quedan ya muy pocos días. ¿Y plazas? Unas pocas. ¡Anímate!

Información sobre el evento: https://www.facebook.com/events/510910085754147/ o escríbenos a eventos@dogalia.com

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